Somos la representación de aquellos gaiteros no pertenecientes a grupos, los que vemos la gaita desde abajo de las tarimas, la escuchamos en la radio, la vemos por TV, pero la amamos y adoramos como a nada en la vida...
martes, 28 de enero de 2014
Poema al Relampago del Catatumbo. Por Alexis Fernadez
El poeta zuliano Alexis Fernández escribió este poema al Relámpago del Catatumbo, a propósito de su inclusión en la lista del Récord Guiness, oficializado el 28 de enero en el Día de la Zulianidad. Léalo a continuación:
Relámpago del Sur
(Ilustración de Ender Cepeda)
1
Destello mineral, milenario
y mítico,
llevas a cuesta la edad de los grandes temporales
y en tus orígenes se cuecen los ríos aluviales del sur
con las aguas claras y negras de una ciénaga de encantos.
¿Cuántos misterios palpan tus fuentes
ante la infinita suspicacia de tu fulgor?
¿Cuánto mar vertido
ante la centella
enmudecida de tu esplendor?
2
Mineral tu resplandor cuando cubres los cielos
en un inusitado delta de grafitos y farolas.
Un collage de cristales de fuego y cuarzo iluminan
y desbordan los límites de ingeniosos espejos
cuando vanamente intentan retenerte.
Un lienzo de ocres dispersos,
llevados por mil centellas
y cien chubascos,
se estremece intermitente a orillas de la memoria.
3
Milenario tus orígenes
que surten allí sus estaciones,
sus meteoritos que iluminan la noche lacustre, la ladera andina,
el amanecer fluvial
y los malecones del mundo que de puro olvido
restallan ante tu esplendor.
4
Mítico el destello que iluminó las noches de la cuenca
y sus hombres de agua, sus casas de agua, sus noches de torrentera y chubasco.
¿Comentaron los onotos de Toas a los quiriquires del sur
sobre el eterno resplendor?
¿Fue guía en el intercambio en la oscurana lacustre,
propició fogatas en las arenas,
esplendor ante el cardumen,
hizo luz en el manglar en el alba de los nacimientos?
¿Qué impresión guardó
el burede en las orillas del río Concha,
el torondoy de las laderas andinas
y el bobures del lago ante la llamarada que deslumbraba sus noches?
En el boscaje y la sabana iluminados por el relámpago los Bari, yukpa, añú, wayuu aún son convocados
por el destello ancestral , más allá de su silencio, más allá de su fuego.
Nuestros pueblos originarios
alzaron sus ojos ante tu luz como fuente de vida,
el encanto rozó su fascinación,
el fulgor cautivó su hechizo.
Catatumbo, es desde su lengua de origen, tierra de huracanes,
tierra de chubascos y salitres. Tierra de luz permanente.
¡Llamarada!
Fuego sobre las aguas, fuego del cielo. Río de fuego. Rio en el cielo para los Bari. Expresión de la Madre Tierra, para los Yukpa. Sangre ancestral, venas de la tierra por la furia de Maleiwa, para los Wayuu.
Mítico tu fulgor escrito en bitácoras de fuego,
donde las conquistas disputaron sus dominios
bajo la linterna iluminada de tus noches.
Francis Drake y su mala sombra,
rindió tributo a tus destellos
al invocarte perdido ante Diego Suárez de Amaya,
otra ave de rapiña que merodeaba bajo el asombro del trópico.
Lope de Vega cuando armaba su catálogo al impostor,
invocó tu trascendencia, en su épica Dragontea, donde se afinaba el alcance de tu fulgor,
el poeta madrileño nombraba al asombro.
El inquieto naturalista Humboldt nos habla de esas singulares luces, esas llamas, esas fosforescencias que al parecer nacen en el río Catatumbo, cerca del río Zulia.
Anton Goering legó lienzos y acuarelas caldeados en tu fuego.
El marinero y cartógrafo Codazzi, describió su extrañeza ante el relámpago continuado.
José Prudencio Padilla honra tu luz con su gloria en la Batalla Naval del Lago al vencer a la escuadra española, en una crónica que aún no terminamos de contar.
El poeta Udon Pérez,
cantó con hidalguía,
para hacer de tu esplendor un himno,
en su tenacidad parnasiana lo escuchamos,
en tu noble misión, apostado en alguna esquina de su memorable como desvanecida ciudad,
"La luz con que el relámpago / tenaz del Catatumbo /
del nauta fija el rumbo / cual límpido farol”.
Y Checame, José del Carmen Guerrero,
morador y memoria de Congo,
trajina el punto cardinal de tu nacimiento,
sabe que eres errático y esquivo,
volátil y titilante,
él, te ha tenido entre sus manos,
en el punto exacto donde te abarca su mirada,
cuando lanza la red ante el cardumen,
cuando recoge el anzuelo con la zurda,
esplendido ante sus ojos,
donde revientas los cielos
y la mar
y persigues su sombra,
esa llamarada de más adentro,
alojada en su alma.
5
En un madero con mástil
que los abuelos llamaron piragua
recorríamos las distancias siderales cuando navegábamos los
ríos de la infancia.
Entonces esos relámpagos en acecho que son los ríos,
ardían bajo tu fuego
y seguían el curso de tu esplendor.
Los carros de hojalata que los abuelos llamaron trenes
crepitaban en sus rieles bajo tu ímpetu
y los maderos con mástiles y velas
que los abuelos llamaron piraguas
seguían la ruta que destilaba tu luz.
Entonces, el potro de nácar
que abrevaba en las nacientes
se tornaba dorado en su trote
y no sabíamos si las piraguas, los trenes
y el caballo de nácar regresarían alguna vez,
más allá de esa llamarada.
6
Silente y continuo,
distante y perenne
alumbras la ruta de navegantes
y pescadores,
te metes como río en acecho
en nuestra más antiguo credo,
convocas el misterio,
incendias el hechizo,
---eres una aldea en llamarada, un bosque de fuego,
una antorcha iluminando desvencijados pueblos de agua,
un croquis de agua y fuego que madruga nuestra memoria---
y despiertas al borde mismo de los sueños.
Nos contienes y rebasas,
Nos imantas y colmas
Y sólo tiendes silentes destellos de luz ante los ríos
que se desvelan en tu fuego.
Un alfabeto en llamas intenta nombrarte,
no lo logra, más allá del asombro.
7
Ahora cuando las redes internautas
acercan el sin fin del mundo
y el planeta cabe en un adminiculo,
el relámpago silente está allí,
convocando el misterio,
diseñando insólitos
y esquivos croquis ante nuestra mirada.
Sutil, inaprensible, envía
señales, extraordinarias señales
ante nuestras cada vez más incrédulas maneras
de percibir el mundo que ya cabe en un artefacto.
En su mutismo,
traza infinitos bosques de luz,
ante nuestros ojos
que siguen su esplendor no sin asombro…
ahora cuando en ese leño con mástil
(ahora con motor a dissel,
con no sé cuántos caballos de fuerza
y estación eléctrica)
nos acercamos al lugar de tu esplendor
ciénagas de Aguas Claras y Aguas Negras de Juan Manuel,
en tus canales iluminados,
en tus mareas arremolinadas,
creídos palpamos el origen, la infancia, el asombro.
8
¿Cuánto olvido acumulado registran tus bitácoras?
¿Cuántas miserias acopian tus riberas que profesan
con esplendor su feracidad?
¿Cuánta luz inclinada sobre destartaladas chozas
donde tu destello aún alumbra el misterio, la esperanza, el amor
y también ese oficio de morir acostumbrado que es el olvido?
¿Cuánto omisión acumulada sobre ese fuego ancestral que magnífica la vida?
¿Cuántos himnos, decretos, plegarias, poemas, canciones, gaitas, gritos y tantos otros aires
faltan para no terminar de olvidarte?
Catatumbo, retumbas por dentro,
nuestro más antiguo sueño:
volver a encontrarnos en esa tierra de agua, sol y vientos
para no olvidar la semilla de tu encanto,
la semilla feraz de tu nacimiento .
Relámpago del Sur, de Bitácoras de Congo, Alexis Fernández, 2014
Nota cortesia de Panorama
domingo, 26 de enero de 2014
La hija del gaitero Ricardo Cepeda murió en accidente en Cañada Honda
Una joven coqueta, atenta, guapa. Siempre pendiente de su familia y con valores zulianos muy arraigados. Así era María Daniela Cepeda, la quinta de los ocho hijos del gaitero Ricardo Cepeda.
La joven de 26 años falleció a las 5:00 de mañana de este domingo al impactar su Optra azul contra un poste de electricidad ubicado a 100 metros de la entrada de la Alfarería Caribe, en el sector Cañada Honda de Maracaibo.
Su familia no sabe exactamente cómo ocurrió el accidente. Su tía Rina Cepeda informó que tuvieron conocimiento que fue a una fiesta con sus amigos.
Presumen que llevó a sus acompañantes a sus casas y que de regreso a la urbanización San Miguel, donde estaba su vivienda, se quedó dormida y colisionó. Murió en el acto.
Sus familiares estaban muy sorprendidos por lo sucedido. Lamentan que una persona tan joven, haya muerto de esa manera.
Se conoció que María Daniela era la hija mayor del segundo matrimonio de Ricardo Cepeda. Vivía con su mamá y su pequeña niña de un año y medio.
Hace tres años se graduó como Licenciada en Educación en la Universidad José Gregorio Hernández.
Sus restos serán velados en las Capillas Velatorias “Mansión Apostólica”, en las inmediaciones del estadio Alejandro Borges.
NOTA CORTESIA DE NOTICIA AL DIA
viernes, 17 de enero de 2014
martes, 14 de enero de 2014
Nelson Martínez: entre santos y tambores
“El viaje humano se inició en África,todos somos africanos emigrados”Eduardo Galeano (Uruguay 1940)
Los antropólogos coinciden en que el primer indicio de vida humana se originó en el continente africano. Investigadores de la Universidad de Cambridge analizaron 6.000 cráneos antiquísimos y determinaron que los más primitivos correspondían a humanos originarios de África meridional. Allí, en el continente negro, comenzó el gran viaje humano a través de los siglos.
En el Zulia son muchos los rasgos de africanía que poseen sus pobladores. Sobre todo; en la Costa Oriental y en el territorio surlaguense. En los pueblos que crecieron a orillas del reservorio de agua dulce, de 13.000 kilómetros cuadrados de extensión. En sus radas se asentaron los descendientes de los africanos traídos a partir del siglo XVI en condición de esclavos, procedentes de Angola, Benín y Nigeria. En el resto de Venezuela, se asentaron en las costas de Aragua, Miranda y Monagas mayoritariamente.
La población afrozuliana generó su propia música: La gaita tambora, el chimbangle, que se toca en honor a San Benito de Palermo. Éste es un ritmo conformado por una batería de siete membranófonos cónicos llamados: Mayor, arriero, respondón, cantante, medio golpe, requintas (dos hembras) y la media-requinta, que es la niña de este batallón de la percusión que también rinde tributo a la deidad Ajé: El orisha de la riqueza en el sincretismo yoruba.
Uno de los mayores representantes de la gaita de tambora y de la música negra zuliana es Nelson Martínez, el bardo que nació en Caripito, estado Monagas, el 20 de septiembre de 1950. Emigró con sus padres, siendo un niño, a la “tierra del mene”. Se hizo vendedor de “patecoco” un dulce oriental que le preparaba su madre Carmen Dolores Blanco. Con los años, fue ejecutivo de ventas de máquinas de coser, marchante autogestionario y un cantante de calle.
Inició su carrera de cantor con el conjunto Los Corsarios. Luego pasó a las filas de Gaiteros del Prado. En 1969, Santos Nucette, miembro fundacional del Gran Coquivacoa lo invitó a ser figura estelar de esa agrupación cimera, bautizada con el vocablo arahuaco que dio nombre al lago. Nelson con apenas 19 años de edad, se apoderó de los escenarios, con su voz pastosa, de graves notas, y a la a vez; se tornaba en un timbre alegre y festivo. Cada interpretación suya era una celebración. Cantaba los gaitones donde relataba la vida de los santos en las calles del Saladillo, de los muertos dialogando en los camposantos de la ciudad, gaiteando entre cipreses, rones y furros:
“Se formó un gaitón
donde Dios toca charrascay San Juan de Diosel furro y tambor tocabay la China amada que nuestra gaita cantabamientras que San Pedrocon un cuatro acompañaba”
donde Dios toca charrascay San Juan de Diosel furro y tambor tocabay la China amada que nuestra gaita cantabamientras que San Pedrocon un cuatro acompañaba”
Esas crónicas negras de inspiración pagana, Nelson las alternaba con la alegría luminosa y concupiscente de sus tamboreras, una forma musical que él impuso, y que no era más que el resultado de la mezcla del chimbangle con la gaita de tambora de Boburito. Esas tamboreras las solían tocar Rody Tigrera y Nelson Suárez de pie, con la tambora bajo el brazo. Igual lo hacían los furreros Jesús “Bocachico” Petit y Elías Oviedo. Todos tocaban mientras bailaban, iban itinerantes alrededor del cantante líder, el santo negro de la gaita: Nelson Martínez.
De niño, Nelson se impresionó con la antigua “Danza del mono”, ejecutada cada 28 de diciembre en Caripito, su pueblo natal. Allí un hombre disfrazado de chimpancé hacía una cadena de bailadores, hombres que se oscurecen la piel y van danzando, acompasados detrás del mono. Exactamente el segundo día de celebración de San Benito en Cabimas, dos rituales tribales, de origen mágico-religioso que aprendió junto a su padre Félix Antonio Martínez.
Nelson José Martínez Blanco conquistó el público venezolano con su gran carisma, su nívea sonrisa y su jocosidad. Él tenía una fuerza espiritual que imantaba a sus seguidores. Era un hombre de gran corpulencia, obeso en extremo. Por su apariencia fue llamado en Caracas el “Barry White de la gaita”. Sin duda tenía un gran parecido con el genio de la música soul y el R&B nacido en Texas en 1944, hombre que en los años 70 dominó las carteleras discográficas en Venezuela y el mundo. Nelson aparecía en el Poliedro de Caracas con su boina, su voluminoso cuerpo, siempre sonriente, con impecables registros bajos. Su esencia afro venía de los pueblos del Monagas ancestral, la tierra de su amigo Tomás Aquino Font, el negro fontanero. El vocablo Monagas significa monje, anacoreta, es un territorio místico.
Los éxitos con Gran Coquivacoa superaron toda expectativa, una docena de gaitones, casi una veintena de tamboreras, estuvieron en los primeros lugares de los rankings nacionales. Siendo icónicos los temas: San Benito (número 9), Cholagogue, Pea Santoral, Macario, La borrachera y la Tamborera número 3:
“Me voy a comprar un serrucho
que tenga buena la trabaporque así es como se acabanlos cachos cuando son mucho”(Martínez, 1972)
que tenga buena la trabaporque así es como se acabanlos cachos cuando son mucho”(Martínez, 1972)
La gaita “El Cholagogue” de 1977, de autor desconocido, habla de un viejo remedio, de características homeopáticas, que administraban las abuelas cabimeras a comienzos de siglo XX para tratar estados catarrales. Nelson rehízo dos de sus versos:
"La terrible enfermedadpone a la gente amarillatoma con mucha frecuenciaEl Cholagogue universalporque te libra del maly te da alivio enseguidaFrancisco Ochoa Castillode la Farmacia Central”
Nelson formó parte de Los Turpiales, fue su figura estelar. Con ellos pegó “La casa de los Gaiteros”, “El son caliente” “Gaitón cuatro”. Decidió marcharse a Caracas y entró a la agrupación Guasinca Zuliana. En 1991 fundó su agrupación Los Reyes de la Tamborera, con una gran propuesta afro, tuvo una gran presencia en los medios.
En el decenio 1980 cerró su ciclo gaitero publicando el álbum “Esta gaita si está gorda” con el tema “Cuando yo me muera” una producción independiente. Después comenzó a militar con orquestas bailables. En 1979 lo llaman del Súper Combo Los Tropicales para sustituir a Argenis Carruyo. Allí impuso su impronta, su estilo jocoso, pegó los temas:“El Inglesito”, “La Hamaca matrimonial”, “La danza del tenedor”, y ”El Chofer” en 1980. Lo acompañaban los cantantes coterráneos Nilka Riera y Oscar Borjas, quienes para la época eran esposos. Junto a ellos, estaba el cantautor Ricardo Hernández. Hasta 1983 grabó con la orquesta dirigida por Giuseppe “Pepino” Terenzio, todos sus álbumes fueron record nacional en ventas.
De allí pasó a la Banda Country de Los Puertos de Altagracia y fundó la Orquesta La CIA. Con esas bandas se montó a surfear la ola de merengue que impuso Wilfrido Vargas en la década de los 80, y recibió el respaldo del público una vez más.
Neguito Borjas ha admitido que el gaitero que él más ha admirado es el negro Nelson. Fue su ídolo siendo un adolescente en la Cabimas de los años 70, lo veía reinar en las tarimas con el Gran Coquivacoa. De él aprendió el oficio de cantautor, el rol como líder carismático de una divisa gaitera. En 1986, Neguito invitó al “santo negro de la gaita” a participar en el álbum de esa temporada, donde estaba el tema “Las Cabras” galardonada como gaita del año. Nelson grabó un gaitón que Neguito le escribió en su homenaje:
“Un sueño que tuve yo
con San Pedro y Papadiosme dijeron porque vosno cantáis otro gaitónsi a santos, muertos y vivosgaitas vos les dedicáis¿porque vos no te cantáisun gaitón para vos mismo?”
con San Pedro y Papadiosme dijeron porque vosno cantáis otro gaitónsi a santos, muertos y vivosgaitas vos les dedicáis¿porque vos no te cantáisun gaitón para vos mismo?”
Ese tema supuso un reencuentro con su conjunto-hogar, con sus seguidores, que de nuevo disfrutaban de sus registros graves y su maestría al cantar.
“Aleluya mi gaitón
porque me encuentro gaiteandocon Papadios y los santosque me han hecho este fiestóny me llena de emoción el saber que canto ahoracon el Gran Coquivacoaaleluya mi gaitón”
porque me encuentro gaiteandocon Papadios y los santosque me han hecho este fiestóny me llena de emoción el saber que canto ahoracon el Gran Coquivacoaaleluya mi gaitón”
Gustavo Aguado, el líder del proyecto Guaco, admite que ellos aprendieron el ritmo y esencia de las tamboreras gracias a Nelson Martínez. Y esa forma musical primaria, de origen afrozuliano, lo fusionaron, y evolucionó hasta lograr la alquimia sonora que ahora llamamos Guaco. Por tanto, hasta en la propuesta guaquera Martínez tiene un indiscutible aporte.
En el decenio de 1990 Nelson dedicó la mayor parte de su tiempo vital a la radio. En ese medio consiguió una forma de conectarse con el público, de mantenerse vigente como artista en la memoria colectiva. Hacía su programa por las mañanas, en Ciudad Ojeda. Por esos años coincidí con él, en la inauguración de una gabarra petrolera de la compañía Dowell Schlumberger. En esa ocasión, actuaron en el muelle citojense Los Blanco y el Gran Coquivacoa. Nelson subió a cantar con su grupo gaitero y provocó una gran euforia en los asistentes, que rememoraron sus días de gloria en la gaita.
Durante muchos años, Nelson padeció los rigores de la diabetes, patología reforzada por tantos años de obesidad mórbida. Le pasaban una abultada factura a su salud los desórdenes al comer, su rutina de bohemio apasionado, tanta bebida trasegada. Su organismo comenzó a traicionarlo, se inició la batalla de las inyecciones a diario, las dietas mezquinas, la vida insípida, los dolores y las descompensaciones.
El 14 de enero de 1999, Nelson murió en Cabimas, martirizado por un tumor renal. Apenas con 48 años de edad se marchó ese gigante del canto popular, el gaitero más carismático que hayamos visto en un escenario. Como dijo el cronista de la salsa Rubén Blades: “Era un humano bendito, con el poder de crear las ilusiones”. Dejó cuatro hijos: Nelky, su hija mayor, quien reside en Aruba junto a su hermano Héctor José. El tercer hijo es José Miguel, vive en España; y Ángela es la menor, destacada locutora de la Costa Oriental.
Juan de Dios Martínez, el cronista de la afrozulianidad, nos enseñó que en cada tambor vive un espíritu, y al tocarlo, éste convoca a los santos a acompañar a los vasallos y a los febriles danzarines. Nelson Martínez ahora habita en algún tambor mayor, en ese universo cónico, cuna de los repiques. Es un espíritu a la espera del toque ceremonial, para comenzar a vibrar, a brindar la luz de su alma; que aleja los males, los pesares; y nos deja su bondad.
“Dame razón Papadios
de Nelson que a las alturasse fue buscando aventuraa tu lado allá en el cielo.Cuidame al negro gaiterozuliano de esencia pura”(Abdénago Borjas, 1999)
de Nelson que a las alturasse fue buscando aventuraa tu lado allá en el cielo.Cuidame al negro gaiterozuliano de esencia pura”(Abdénago Borjas, 1999)
Nelson Martínez, la voz de los gaitones, rey de las tamboreras, ahora vive entre santos y tambores. Es legado vivo de nuestra afrozulianía esencial.
CORTESIA DE SABOR GAITERO
Twitter: @leonmagnom
Correo electrónico: leonmagno@saborgaitero.com
miércoles, 8 de enero de 2014
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